lunes, 1 de junio de 2015

Los Días de Emilio Carballido



El teatro envuelve al espectador,  a partir de interactuar con el mediante una experiencia sonora y auditiva enriquecida por la experiencia, memoria y nostalgia propia del espectador mismo.

Una serie de eventos ligados entre sí por medio de una estructura ajena completamente al espectador pero que al convivir con él, desde la envolvente o lugar en donde sucede el evento, el contacto visual entre los elementos que conforman y expresan de forma gráfica el evento, el  sonido que expresa lo que está sucediendo; invita al espectador a integrarse y formar parte de esa estructura para que sea el espectador mismo quién exprese de forma emocional, lo que el evento intenta.

Celebramos el acceso abriendo el telón, existe orden y una estructura clara sobre la que se desarrolla el evento y que al mismo tiempo puede ser transgredida y que permiten no culminar una vez, si no quizás muchas. Existe un recorrido, que se enriquece, y que nos permite ir descubriendo acto con acto el evento mismo, hasta una vez más volver a ver el telón que ahora cierra.

Haciendo alusión a lo que ha dicho el Arquitecto Alberti, “La casa es una ciudad pequeña, y la ciudad es una casa grande”. El teatro resulta ser el compendio y la síntesis de toda la experiencia de una ciudad, de una casa, de un espacio, o de una serie y secuencia de espacios. Quizás la ciudad es un teatro, a manera en que te envuelve y te integra, a veces de forma agresiva, a veces de forma cautelosa, el problema es que a veces no existe una estructura clara a la cuál integrarse. Una ciudad sin secuencia, que no empieza ni tampoco termina. Una obra sin actos.

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